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El Doctor Sabelotodo




EL DOCTOR SABELOTODO

Aquí tienen al doctor,
al doctor sabelotodo
les curo cualquier dolor
y se los curo a mi modo.

Soy famoso en el universo
y no cobro ni un centavo,
doy mis recetas en verso
y dan muy buen resultado.

Les citaré como muestra
dos o tres padecimientos
que con mis sabias recetas
se curan en el momento.

Si tiene dolor de oído
por una cucarachita,
échese aire molido
con un poco de agua frita.

Si padece de hinchazones
que lo tienen descontento,
dése dos o tres sentones
en un piso de cemento.

Si en la noche está embotado
y siente muchos ardores,
mejor si duerme embrocado
por aquello de los temblores.

Cuando tenga mucho catarro
no se preocupe mi amigo,
póngase emplastos de barro
todo el día en el ombligo.

Para el dolor de riñones
hay un remedio eficaz,
destrípese diez limones
por lo ancho del de atrás.

Las ronchas que no le aflijan
cuando le empiecen a picar,
rásquese con sarro o lija
y después échese sal.

Si tiene disentería
y ya no tiene apetito,
tome agua de batería
mejor si a cada ratitos.

Y si todo lo marea
póngase un parche en los pies,
porque aunque usted no lo crea
esto se cura al revés.

La tos ferina no se diga,
pues ya ninguno la aguanta,
tráguese un puño de hormigas
que le quede en la garganta.

Y si todo le hace mal
el coyeu, el aguacate,
siempre duerma con pañal
y ajuste con un mashtate.

Y si acaso no lo sabe,
para diarrea y voltura,
mejor si deja sin llave
toditas sus aberturas.

Y si acaso por desgracia
usted se encuentra empachado,
váyase a una farmacia
y tómese diez octavos.

Si se mantiene chelón
por el molesto mal de ojos,
échese un chorro de limón
hasta que los sienta flojos.

Si se encuentra descaderado
y se le tuerce el pellejo,
descadérese el otro lado
para que quede parejo.

Total, solo digo unos cuantos
de los muchos padecimientos,
pues son tantos los quebrantos
que se pueden contar por cientos.

Pero nunca falta un modo
de curar cualquier dolor,
y ese es llamando al doctor
al doctor sabelotodo.

San Antonio Huista, Huehuetenango
De "El profe y la seño. Un libro para maestros(as), página 14




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