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La Cata (Capítulo V)




LA CATA (CAPÍTULO V)
...Entonces decidido irle a hablar, volteo, pero cuando veo... ―¡Qué hace ese tipo ahí!

Se ha sentado justo a la par de ella un tipo rubio, de rasgos refinados, demasiado refinados..., pantalón caqui, camisa celeste y suéter en la espalda amarrado por encima de los hombros, está rasurado, más bien parece lampiño, ni parece hombre. ¿Será su novio?, pero si es un niño, ¡podría ser su hijo! Bueno, quizá no tanto, su hermano menor pues. Pero si es un niñato, ¿pero qué hace allí?, ¿en serio anda con ese tipo? No puede ser que esa belleza ande con un tipo así, no lo puedo creer.

―¡Tranquilo Ernesto, tranquilo! ―me digo a mí mismo―, estás sintiendo celos por alguien que ni conoces. Ni siquiera tiene por qué ser así, quizá es un amigo, quizá tiene algo que ver con la amiga. Bueno, pero es que está sentado ahí la par de ella... pero quizá no es nada. A quién engaño, debe ser su pareja, deben de haber quedado aquí. Pero yo no debería sentirme así, ni conozco a esa mujer, ¡qué me pasa!

¡Oh Dios!, se ha levantado de la mesa, ¿a dónde va?, el baño no es por ahí. Oh, oh, ¿qué hace? Ha ido a otra mesa, ¿con unos amigos suyos? Eso quiere decir qué... ―mi corazón empezó a palpitar más rápido―, es mi oportunidad.

Me levanto de la mesa y empiezo a caminar hacia la de ellas. Ella no me ve todavía, la amiga al parecer ya, mi corazón palpita rápido, pero lleno de adrenalina, porque ahora sé que éste es mi día de suerte.

―Buenas noches señoritas, ¿les importa si las acompaño?
―...
―Digo, para evitar que las vengan a molestar los mujeriegos.
―Bueno, la verdad es que para nosotras es una noche de...
―De hacer amigos; claro, por favor, toma asiento.
―Gracias.
―Y tu nombre es...
―José Ernesto.
―Yo me llamo Ana.
―Encantado de conocerte Ana.
―Igualmente.
―¿Y tu nombre?
―¿Yo?
―Sí, ¿cómo te llamas?
―Yo me llamo Danniela.
―Encantado de conocerte Danniela.
―Igualmente.
―Y cuéntanos, ¿por qué andas tan solito por acá?, debes tener cuidado que te podrían atrapar algunas chicas y no dejarte escapar.
―Jaja. La verdad hace tiempo que no venía por acá, pero algo me dijo que dos señoritas necesitarían hoy de mi compañía.
―No, pues qué grato que nos acompañes. ¿Entonces tiendes a venir acá frecuentemente?
―Sí, me encanta este lugar, es tranquilo y tiene buena música.
―Ay, a nosotras también nos encanta, verdad Danniela.
―Sí, este es un lugar hermoso.
―Otra cosa que me gusta es que venden buenos vinos, y además los saben servir, tienen buenos sumillers.
―¡Escuchaste Danniela!
―Sí.
―Es que a ella también le gustan los buenos vinos, es toda una vinónloga.
―Enóloga.
―Bueno, como sea.
―¿En serio?
―Bueno, sí me gusta saber de vinos, pero no soy enóloga, solo he leído un poco, soy una aficionada todavía. ―dijo Danniela con esos labios rojos, mientras sus ojos escapaban de mí viendo hacia abajo, con esas pestañas grandes de ensueño.
―Sí te gustan los vinos, déjenme invitarlas a uno.
―Claro, nos encantaría.
―Bueno, sí tu gustas, te lo agradeceríamos.
Entonces levanté mi mano, el mesero se acercó, era Ignacio, a quien ya conocía por veces anteriores, entonces le di unas instrucciones al oído, y se retiró a traer lo que le había pedido.
―¿Qué vino pediste?
―¿Quiero sorprenderte?
―No me dejes con la duda, dime cuál.
―Tranquila, estoy seguro que te gustará. Quiero que lo descubras por ti misma.
El mesero llegó entonces a la mesa, destapó la botella frente a nosotros, siempre tapando la etiqueta, como yo le había instruido. Seguidamente dio el corcho a Danniela, ella no lo tomó señalando que me lo diera a mí.
―No, yo le pedí a él que te diera el honor a ti de hacer la cata.
―Oh, ... está bien.
Ella entonces olió el corcho, le hizo luego una señal a Ignacio, y él vertió un poco del vino en su copa. Ella levantó la copa, observando el vino a través del cristal con esos hermosos ojos color marrón. Seguidamente giró la copa suavemente con esas hermosas y delicadas manos, cuyas uñas largas estaban bellamente decoradas, y procedió a respirar los aromas del mosto. Hecho eso, acercó la copa a sus rojos y preciosos labios, rojo vino tinto que hacía combinación perfecta con el elixir que en aquel momento corría mayor fortuna que yo al deslizarse entre ellos. Lo saboreó lentamente, y luego asintió con la cabeza.
―¿Qué opinas?
―Es exquisito, es de gran calidad.
―¿Qué vino es?
―No estoy segura, pero yo diría... que es... un vino seco, Rioja, a mi parecer exclusivamente de Tempranillo.
―Asombroso, has acertado muy bien, sin duda sabes de vinos, además que la cata la has hecho como si fueras toda una profesional.
―Bueno, pero no es para tanto, la Casa o el viñedo me sería imposible de identificar.
―Eres modesta, eso me agrada, y además eres conocedora de vinos, algo destacable.
―¡Gracias! ―dijo con mirada algo tímida o apenada.

―Pero qué interesante, yo también he incursionado en ese mundo, de hecho aprendí a hacer vinos y he creado algunos. Vinos de pasto, claro, pero ya es un comienzo.
―¡Qué fascinante, me encantaría probar uno de ellos!
―Claro, podemos compartir juntos un día.
―¿Entonces tú te dedicas a hacer vinos?
―No, no, es solo un pasatiempo.
―¿Entonces a qué te dedicas?
―Soy escritor.
―¿Escritor?, no te parece algo aburrido.
―Bromeas, a mí me parece muy interesante, ¿Qué tipo de historias escribes?
―He escrito varias novelas, principalmente románticas, y mira Ana que puede llegar a ser una actividad muy interesante y entretenida, pues en las letras puedes dejar correr la imaginación y crear tus propias historias. Claro, también tienes que concatenar todos los eventos, y tratar de sorprender o deleitar a tus lectores de forma ingeniosa.
―¿Y cuál es tu obra más conocida?
―Probablemente "Amor Nocturno en Central Park".
―¿Pero esa no es una película?
―Por eso ha llegado a ser más conocida, pero es una adaptación de mi obra.
―¡No puedo creerlo!
―Ves Ana, si a ti esa película te encantó. Apenas el mes pasado fuimos a verla al cine.
―Sí, no creí que los que hacen películas las hicieran en base a escritores.
―Ay Ana, pero ¿quién creías tú que escribía el guión?
―Bueno sí, pero pensé que lo hacían solo para la película, no que estaba basado en una novela publicada antes.
―Oye, pero qué maravilloso encontrarte acá, ha sido el destino.
―El destino hace encontrar a todos su camino.
―Oye, sí, qué bueno encontrarte aquí porque queremos hacerte unas preguntas, la película nos encantó, pero tienes que explicarnos el final, porque a mí no me gustó como terminó; aunque eso sí, tengo que agradecerte que a uno de tus personajes le hayas puesto mi nombre.
―Pero no se parecía en nada a ti Ana, jajaja.
―Claro que se parecía. Yo habría hecho lo mismo en su situación.
―Ni que no te conociera...
―Pero bueno, dejemos que Ernesto nos explique por qué hizo que pasara eso al final.
―Bueno, es que el final original no era ese, esa es solo una adaptación, pero en el libro el final es diferente.
―¿Y no que estaba basada en tu obra?
―Sí, pero para adaptarla al cine, los guionistas cambian algunas partes según las directrices de los productores y directores, a veces por necesidades técnicas y otras veces por necesidades de trama.
―¿Y entonces como terminaba?
―Al final lo que sucede es que el cuando Colombo estaba...
―No, no nos lo cuentes, yo quiero leer tu libro.
―Ay no Danniela, cuándo vamos a terminar de leer un libro, yo sí quiero saber el final.
―Pero mejor que te lo cuente otro día, yo no quiero saberlo ahorita.
―Si ustedes gustan les puedo regalar un ejemplar a cada una.
―Ay no, que pena contigo, mejor dinos donde comprarlo.
―Yo si acepto que me lo regales, dime qué día paso a tu casa a traerlo.
―¡Ana!
―No, no es molestia, yo se los regalo a ambas.
―No, de verdad, qué pena molestarte.
―No es ninguna molestia.

En ese momento se acerca el mesero y me habla al oído.
―¿Disculpe, solo para avisarle que ha dejado usted su botella de Contador en la barra, ¿gusta que se la traigamos?
En ese momento reaccioné que había olvidado ahí la botella, pero no quería que me la llevasen, pues entonces ellas se darían cuenta que había llegado ahí a emborracharme, ¿quién pide una botella solo para sí?, así que le agradecí y dije que me la guardara y que la pasaría yo a recoger posteriormente. Al retirarse el mesero, Ana dijo:
―Con permiso, debo ir al tocador.
Y entonces quedé solo unos momentos con Danniela, era mi oportunidad.
―Ahora que sabes la Casa, ¿qué te ha parecido el vino? ―le dije al ver que estaba leyendo la etiqueta.
―Haz hecho una buena elección, es de calidad, sinceramente no conocía esta Casa, pero sin duda es buena.
―Por cierto,el viernes de la otra semana va haber una cata de vinos en Casa Rioja, ¿conoces?
―Claro, he ido un par de veces ahí.
―Pues van a hacer este evento para presentar unos vinos nuevos que van a empezar a importar, y ya que tú eres una conocedora de vinos, quería preguntarte si me quieres acompañar.
―Ay bueno, pero no soy tan conocedora, solo me gustan. Y el viernes... el viernes lo tengo algo ocupado, el viernes voy a tener actividad todo el día hasta las cuatro.
―Excelente, el evento empieza a las cinco de la tarde, ¿paso por ti a las cuatro y media?
―Bueno... está bien.
―Escríbeme tu número acá, para estar en contacto.
Le alcancé entonces mi celular, y ella escribió su número.
―¿Me das tu el tuyo?
―Claro, te doy una de mis tarjetas.
―Ay qué bonita está, "escritor" eh, muy buen diseño.
Ella la guardó, y enseguida regresó Ana.

Seguimos platicando los tres un poco más aquella noche, hasta que llegó el tiempo de despedirnos. Despedí a Danniela con un beso en la mejilla, tersa y suave y le dije al oído.
―Nos vemos el viernes.
Ellas subieron a su auto, yo subí al mío, y regresé a casa. Aquella noche acostado en mi cama no pude más que pensar en ella, esperando con ansias que llegara el día viernes para verla otra vez.


Pintando con palabras y sueños
Desde el tintero del corazón
Quetzaltenango, Quetzaltenango, Estado de los Altos
27-28 de Abril de 2018


(Capítulo VI)
(Capítulo VII)
(Capítulo VIII)
(Capítulo IX Parte)
(Capítulo X)
(Capítulo XI)




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