Te escribo esta carta y empieza la lluvia, esa que nace en
lo más profundo, el papel se empieza a mojar y la tinta a esparcir, como si mis
letras ni al papel importaran, pero dime tú, ¿Qué puedo hacer? Las letras
fluyen en dirección a tus ojos, el sentimiento crece por amor a tu alma, la
lluvia se hace tormenta por el dolor que causas, pero conozco tan bien tus
espinas que trato de tener precaución, quiero hacerte saber que este corazón
musita tu nombre como si no existiesen muchos más, me ha contado de tu
existencia, ¡que loco! Pienso y me distraigo rápidamente, no puede nadie
existir... Tu no estas, solo queda tu sombra esa que dejaste a tu paso junto a mí
y que hoy me acompaña, ella es testigo que no puedo, no soy capaz de decirte
esto, y ojalá esta carta no acabe en el bote de basura como todas las
anteriores en las que no he sido capaz de decirte que si la vida fuera distinta
yo podría confesarte esto, esto que es nada más y nada menos que un oasis en el
desierto ese que me aparece a ratos cuando mi alma tiene sed y camino y
desaparece y queda esto que trato de decirte día a día empiezo a tener valor y
cuando pienso confesarlo un nudo se me hace en la garganta y la lluvia vuelve a
manchar este papel, y ya no se leen mis letras y tú te quedas sin saber
nuevamente que te extraño, que extrañarte me lastima el corazón, que mis letras
se esfumen poco a poco me duele más y que mi mensaje no lo podrás leer desgarra
este sentimiento, que seguirá recurriendo a mi todos los días, que mi condena
no este sentimiento sino tú, que estas, que existes pero no te conozco.
EL ZORRO Y EL SABUESO UN CUENTO DE NAVIDAD CAPÍTULO II. AÑOS DE AVENTURAS CAPÍTULO ANTERIOR: I. ENCUENTRO Al pequeño zorro le había dolido mucho lo que habían dicho de él, se preguntaba si de verdad era malo. Cuando llegó a su casa le preguntó a su mamá si él era malo, ella le dijo que no, que él era un buen hijo. Él le preguntó si los animales que vivían en el bosque eran malos, ella le dijo que no, que quién le había dicho eso. Él le dijo que unos perros que habían pasado por la zona donde él jugaba se lo habían comentado. Ella le dijo que no les hiciera caso, que los animales del bosque y de la ciudad no se llevaban, pero que él era un buen zorro, que la bondad o la maldad de alguien no dependía del lugar de donde era, pero que igual, mejor se alejara de los animales de ciudad si los veía, para que no le dijeran cosas feas. El zorro se quedó con la duda de por qué no se llevarían unos animales con los otros, pero ya estaba tranquilo de que al menos no era malo, él p...
Comentarios
Publicar un comentario