"Entre las lides humanas
Jamás se conoce amor
Que no genere el calor
De las pretensiones vanas;
Pues podrán haber campanas
Incienso, perfume y llama
Tiernos poemas del que ama
Que aquel que llora y perjura
Y aún con sutil dulzura
Te lleva siempre a la cama
Parece que el corazón
Se rige por los instintos
Que casi no son distintos
Y actúan al mismo son,
La lujuria y la pasión
Entre todos nuestros males
Y actuando como animales;
Si se niega la pareja
No vale si es que se aqueja
Ni el "juro" en los esponsales."
Este poema, según me explicaba el poeta César de Méidicis, es una crítica a la superficialidad y lo vano del "amor" del ser humano y a la extensión de tal mal a las propias instituciones humanas y religiosas, de ahí el incienso, el perfume, la llama de las velas y las campanas que repican, que refieren a la Iglesia Católica y el matrimonio religioso, en el que ni el "juro" ni los esponsales ni todo el ritual que se hace ni la bendición de Dios parecieran valer, al contemplar el derecho canónico la necesidad de la consumación dentro de 24 horas después del acto de matrimonio, hecho que si falta puede dar lugar a anulación del matrimonio, como si lo dicho, la aceptación de los esposos y la declaración del sacerdote e incluso la bendición de Dios nada valieran, hecho incluso a discriminación de personas con enfermedades o discapacidades temporales o permanentes, lo que desvaloriza mucho al ser humano, y vuelve a los instintos lo que al menos en la religión debiera ser espiritual, y no da el valor que se merece al Amor. Es por tanto un poema con un contenido filosófico y crítico, me explicaba César de Médicis.
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