Misa de 11
Aconteció que un día sin campanas
con paso sosegado y silencioso
corona la novicia sus mañanas
rindiendo su inocencia al Poderoso.
Un algo de fugaz se presentía
así como se fuga el tiempo mío;
fue lento el esperar, mas llegó el día
cargado de oración y de rocío.
Qué tierna tu silueta, breve encanto,
qué cumbre de certeza y energía;
qué ganas de gritar padece el llanto
qué enorme se agiganta mi agonía.
No sé ni para qué yo te lo cuento,
qué puedo yo saber del alma eterna
si de lo inmensurable apenas siento,
que puedo yo saberte fuerte y tierna.
Mas algo irreal parece a mi flaqueza
que habiendo tanto mal en nuestra esencia
se pueda aún tener con gran certeza
pobreza y castidad con obediencia.
César de Médicis (a su hija mayor)
Bucaramanga, Colombia
25 de enero de 2005
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