PRESAGIO
Mezclada entre el bullicio de chiquillos
una joven mujer, por cierto, esbelta
busca calmar al grupo en la revuelta
al bien de sus amores y los míos.
Dijeron que un rufián ha descubierto,
un precioso botín de tres canicas
y acusado de robo por las chicas
le persiguen las turbas hacia el huerto.
Nada se hace esperar, el dueño insiste,
que pague su alevosa osadía,
¡Que alcancen al ladrón, la bolsa es mía!
aquel con vehemencia se resiste.
Sumido entre la gresca y la reyerta
un chicuelo de apenas quince abriles,
pide paz y cordura entre los miles
para oír sin el decir es cosa cierta.
Alguien clama con fuerza, llora y grita:
¿Quién se piensa que es él para guiarnos?
tenemos una ley y en ella fiarnos
es la auténtica voz que nos limita.
Pero él vuelve a insistir en la defensa;
¡No procuren herir al compañero!
Si le dejan hablar será el primero
en pedir una poca recompensa.
Mas la joven mujer sin tener dudas
toma al fin, de la mano a aquel mozuelo
y al enjugar su llanto sin consuelo
este dice: No me ampares, yo soy el Judas.
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