Recuerdo el día como si hubiera sido ayer, ese día en el que nos enteramos de tu llegada, fue una oleada de ilusiones, preocupaciones e incertidumbre pero sobre todo de amor, un pequeño pedacito de los dos y del gran amor que sentimos crecía dentro de mi.
Desde el primer momento todos te esperábamos con tanta ilusión, eras tan deseado mi pedacito de cielo, tus abuelos se enojaron un poco, pero fue más fuerte el amor que sentían ya por ti que nada más importó.
Toda tu familia se sentía muy emocionada por tu existencia.
Recuerdo la primer ecografía, nos asustamos un poco porque no te encontrábamos, la doctora indicó que todo estaba bien, que regresáramos en 2 semanas y claro ahí estabas tú, una pequeña bolita en este mundo tan grande, pero con tantas ganas de vivir.
Eras muy inquieto y muy hambriento por supuesto, al parecer tu fruta favorita era la mandarina y vaya tiempo en el que decidiste eso, pues era el mes de mayo, ¡imagínate! ¡Las mandarinas no se dan hasta en el mes de diciembre!, tu papito nos compró un jugo de mandarina que estaba ¡riquísimo!, para calmar ese antojo, sin embargo estoy segura que no era lo que querías.
Y así pasaron los días, te gustaba todo con limón y el chocolate lo odiabas, querías dormir y comer todo el tiempo, yo te regañaba porque tenía que trabajar y no podía estar comiendo a cada hora, perdóname mi amor tú solamente estabas creciendo.
Y llegó el momento de la segunda ecografía, yo me sentía mal y fui a que te revisaran y vaya sorpresa la que nos diste, “185 latidos por minuto” dijo la doctora y ahí estaba el sonido más hermoso que jamás había escuchado, jamás te sentí tan vivo, tu papá casi se desmayaba cuando le conté. Tuve que inyectarme un anticoagulante todos los días a partir de ese momento debido a un problema con mi salud, el dolor era horrible pero valía muchísimo la pena.
Continuaron pasando los días, comencé a notar que se me olvidaban las cosas, mi memoria empezaba a fallar, seguramente serías muy olvidadizo como tú papito.
Tu papá no dejaba que pusiera música mientras viajábamos, encontró una playlist de música clásica para que tú la escucharas, así que todos los viajes escuchábamos a Beethoven, Mozart y no sé quién más, no es que menosprecie la música clásica, es una maravilla claramente, pero en ese entonces me aburría.
Llego la siguiente revisión, en esta ocasión tu papá me acompañó y ahí estabas tú súper contento porque te viéramos, 185 latidos por minuto, movías tus manitas y tus piernitas y no dejabas de moverte, al parecer tenias tantas ganas de vivir.
Y así continuaron pasando los días, eras amante de la fruta ya que solo eso me dejabas comer.
Por fin cumplimos las 12 semanas, pues al parecer se teme que algo pase antes de ese tiempo, estábamos tan felices y contentos de haber logrado llegar hasta ese punto y fue entonces que sentí un cosquilleo en la parte baja del abdomen como si fueran burbujas, consulté con otras personas que ya habían pasado por un embarazo y al parecer eras tú saludándome, rápidamente le conté a tu papá a tu abuela que por fin había sentido tus movimientos, y fue ese mismo día en el que teníamos la siguiente revisión, en esta ocasión tu papá no pudo acompañarnos pues tenía que trabajar, pero tu abuelito nos acompañó con todo gusto, así que al salir del trabajo nos dirigimos al consultorio de la doctora, yo me sentía muy feliz porque tú abuelito te vería moverte y podría escuchar tu corazón, sin imaginarme que tendrías otros planes muy diferentes.
Todo sucedió muy rápido, no creí ser de las mujeres a las que les pasa este tipo de cosas, tu papá me lo repetía cada mañana al orar por ti “aún no es nuestro” me decía con una voz muy dulce y paciente, yo le decía que estaba bien que lo entendía, al parecer nadie lo entiende hasta que le sucede.
Mi corazón, mi mente y mi todo comenzó a desboronarse, movía mi vientre con fuerza para que te movieras, la doctora estuvo intentando por varios minutos pero no obtuvimos respuesta “lo siento, su bebé no tiene latidos” fueron las palabras de la doctora, las palabras más duras y horribles que jamás había escuchado, ¿En dónde estaban esos 185 latidos por minuto? ¿En dónde estaba mi pedacito de amor moviendo sus manitas para saludarnos? Tu abuelito sólo tomó mis manos e intentó tranquilizarme.
La doctora nos dio unas indicaciones y tuvimos que ir al hospital, pues tenían que hacer que nacieras aunque tú ya no estuvieras con nosotros.
Con mucho pesar le di la noticia a tu papá temiendo su reacción, sé que también sintió que su mundo se venía abajo.
Cuando te sacaron de mi cuerpo tuve la fortuna de poder verte aunque sea por unos segundos, eras un varoncito, tu cuerpecito lleno de sangre y venas por todas partes, ¡el cuerpecito más lindo que mis ojos han visto!
Pasado el tiempo mi cuerpo se recuperó físicamente, sin embargo mi alma y mi corazón siguen en el proceso, hay días buenos y días malos, tu papá ha sido mi soporte todo el tiempo, él también vive su duelo a su manera pues también eras un pedacito de él.
Cada día siento que recupero a la persona que era antes de perderte, aunque no puedo llegar a ser la misma pues tú marcaste mi vida de una manera inesperada, pero me siento tan afortunada que nos hallas elegido como tus padres, un angelito que vino a cambiar muchas cosas para bien en nuestras vidas, hoy entiendo que ese movimiento que sentí eras tú despidiéndote de mí.
Sé que todo sucede por una razón, así que espero que estés disfrutando del cielo junto a Dios, sé que desde allá nos cuidas, eres nuestro ángel de la guarda, espero que sepas que te amamos con todas las fuerzas de nuestro corazón.
Sé que te encuentras feliz y que tu corazoncito allá sí late 185 latidos por minuto de puro amor.
-Sueños de Escritora.
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