Con relieves de alegría, o de tristeza, el calendario
nos marca la fecha consagrada a las madres del mundo,
mujeres todas, que en su vida que es calvario,
merecen del hijo en todo momento, cariño profundo.
Para esas santas mujeres, para todas, todas ellas
va mi mensaje de respeto y sincera admiración,
porque son mujeres buenas, porque son mujeres bellas
porque lloran, porque sufren, porque son igual que Dios.
Para la madre maestra, que con amor y cariño
va sembrando la semilla del saber y la cultura
en los tiernos corazones, en la mente de sus niños,
imprimiendo en su trabajo, abnegación, ternura.
Para la madre, que en el hogar es esclava y es reina,
para esa ama de casa que en el quehacer cotidiano
de sus múltiples, monótonas y agotares faenas,
va gastando su energía y encalleciendo sus manos.
Para la madre pobre, mendiga, viuda o abandonada,
que con arrojo a la lucha por la existencia se lanza,
para esa madre sufrida que no se arredra ante nada
por darle salud y dicha al fruto de su esperanza.
Para la madre enfermera de finas y diestras manos
para esa trabajadora que en noble y cristiana labor
suaviza con sus cuidados el dolor de sus hermanos
porque eso es su profesión, es hermana del dolor.
Para la madre adoptiva de huérfanos y desvalidos
que aun no siendo fruto de su carne y de su alma,
en un acto digno de maternal cariño los ha protegido
y como a propios hijos una existencia les labra.
Para la madre muerta, para esa noble madre ausente
cuyo recuerdo llevamos grabado muy dentro del corazón,
para ella, con lágrimas en el alma y en actitud reverente
para ella, con lágrimas en el alma y en actitud reverente
una oración a su santa memoria y una corona de amor.
Para ese ser tan sufrido, cuya existencia es sublime
para todas las madres del mundo, para todas en general,
porque todas y cada una en todos sus actos imprime
por propia naturaleza, su inmenso amor maternal.
San antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
9 de mayo de 2019
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