De acuerdo con nuestro muy particular gusto y capacidad de percepción, las cosas en su aspecto físico pueden parecernos bonitas, medio bonitas o medio feas y feas, es decir, que las apreciamos en sus extremos o en su término medio.
Por ejemplo, en cuanto a su apariencia personal, a una mujer podemos considerarla de acuerdo a esa característica, como muy bonita, regular o fea, de igual manera puede decirse de un hombre, cuyos atributos materiales pueden calificarse como cualidades o defectos.
Y esas mismas características observamos en los animales, en las plantas, en el paisaje y hasta en las cosas artificiales, por eso a veces decimos: ¡Qué mujer más guapa!, ¡Qué animal tan horrible!, ¡Qué paisaje más hermoso!, ¡Qué edificio tan elegante!, qué esto y qué aquello, opinando qué nos gusto o qué definitivamente no nos gusta, refiriéndonos a algo.
Mientras un caballo, por ejemplo, nos parece un soberbio ejemplar por su elegante figura, según nuestra apreciación, otro puede parecernos un maltratado animalejo; un árbol, una flor, un mueble, cualquier objeto será motivo de atracción o rechazo, según nuestro criterio.
Lo cierto es que todo lo que nos rodea, si somos un poco observadores e imaginativos, nos producirá una sensación a favor o en contra de su presencia y a nuestro juicio, que no siempre va a tener la razón, de conformidad con el criterio de los demás, aunque en general sí coincide cuando lo que pretendemos calificar es muy visible.
Así que mientras para unos un objeto es aceptable y hasta motivo de agradable sorpresa, para otros no lo será tanto, hasta puede ser todo lo contrario, porque tal apreciación depende mucho de nuestro gusto estético y en parte, de nuestra capacidad y conocimiento de los valores artísticos, considerados desde el punto de vista de la estética, como ciencia que trata de la belleza.
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
23 de mayo de 2019
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