ELLA
Desperté a mitad de la noche, me despertó el sonido de la
puerta de mi casa. ―Toc,
toc.― La noche estaba fría y lluviosa, los truenos de la tormenta se escuchaban
cerca, y los relámpagos interrumpían por instantes la oscuridad de mi
habitación. Pero ¿quién más podría ser?, debía ser ella, una vez más. ―Toc, toc―.
Sonó otra vez, y el temor se empezó a apoderar de mí, tan solo esperaba que se
fuera. ―Toc, toc―. Sonó nuevamente, pero esta vez lo acompañó diciendo mi
nombre, y diciendo luego con esa dulce voz: ―Ábreme, te necesito―. Yo estaba
aterrado, mientras escuchaba que empezaba a llorar en mi puerta, pero yo no
podía irle a abrir más, estaba muy débil, ya no tenía energías, temía morir. ―Toc,
toc―. Sonó nuevamente, y yo, acostado en mi cama, temblaba mientras abrazaba
mis rodillas, al tiempo que mis lágrimas caían y susurraba suavemente ―Vete,
por favor vete―. De pronto se escuchó un fuerte trueno, y el relámpago iluminó
mi ventana, y la vi a ella observándome desde ahí, pero al instante de irse el
relámpago, su imagen también desapareció. Pero no podía ser, si mi habitación
está en un segundo nivel, debía ser la paranoia que se apoderaba de mí, casi
podría jurar que la había visto ahí, con sus cabellos negros, su piel blanca,
demasiado blanca, sus labios rojos, su vestido negro y piernas blancas, y esos
ojos, ¡esos ojos!, de un profundo negro, vacíos y oscuros. Pero luego, ya no la
escuché más tocar la puerta. La lluvia continuaba cayendo. De pronto la escuché
cantar, con una voz hermosa, casi angelical, pero… ¡se escuchaba como si
estuviera adentro de la casa! Entré en pánico, y corrí hacia el armario, y me
encerré ahí, esperando que no me encontrara, que se fuera. Ella seguía cantando
mientras subía las escaleras. Luego, escuché sus pasos acercándose a la habitación.
Yo en el armario temblaba, literalmente, y trataba de detenerme, pero no podía,
seguía temblando, y mis lágrimas caían y caían. Entonces ella movió el pomo, y
el rechinar de la puerta me indicó que estaba adentro. Sus pasos en la
habitación sonaban, mientras yo intentaba hacer silencio. Dijo mi nombre. Luego,
―¿Dónde estás? ―, preguntó. Después quedó en silencio. Pasaron algunos segundos
e intenté ver a través de una grieta del armario. Estaba sentada en mi cama,
estaba llorando, y decía: ―Te necesito, ¿dónde estás? ―Ahí estaba, cuando de
pronto detuvo el llanto abruptamente, volteando hacia el armario. Yo me asusté
demasiado, y mi corazón empezó a latir más rápido. Ella entonces se paró, y se
fue acercado lentamente. Al ya no poder verla, me alejé de la rajadura, pegué
mi espalda a la parte de atrás, debajo de donde colgaban los sacos y chaquetas,
en la oscuridad de aquel pequeño lugar y sin salida, y mientras escuchaba sus
pasos al acercarse, mi corazón latía más, y cada vez más rápido, y no podía
detener el temblar de mis extremidades. Se detuvo frente al armario, y abrió la
puerta. ―Aquí estás―, me dijo con su linda voz. Ella tomó mi mano con la mano
fría suya, ¡Dios!, mi mano estaba ya casi tan blanca como la de ella. ―Te
estaba buscando, te necesito―. Me decía, mientras yo, temblando, sin palabras,
intentaba mover la cabeza para decirle que no, mientras veía esos filosos y
dolorosos colmillos. ―¡No, por favor! ¡No! ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
Pintando con sangre y muerte
Desde lo profundo del inframundo:
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