Quizá no me lo crean, pero la verdad es que me ha tocado vivir algunas noches casi sin dormir o quizá durmiendo a medias, o mejor durmiendo, que parece que es lo mismo; afortunadamente no es con mucha frecuencia que me suceda esto. El caso es que hay ocasiones en que los animalillos trasnochadores como que se confabulan con otros elementos y nuestras preocupaciones muchas veces baladíes, para hacernos pasar en vela largas y desesperantes horas de la noche: Grillos, zancudos, pulgas, goteras, relojes de pares y problemas familiares, económicos, sociales y de trabajo, reciben sendas invitaciones para echarse un su cabildo abierto la noche menos pensada, mismo que realizan precisamente en el cuarto donde dormimos o pretendemos dormir. Solo esperan que nos acostemos y principian a pedir la palabra unos y otros, armando la gran juerga con el único y malintencionado propósito de hacernos pasar un mal rato y reírse de nosotros ante la imposibilidad de poderles pagar con la misma moneda.
Viene al caso lo anterior por lo siguiente: Una de estas noches, una pulguita (pulguita, será), real o imaginaria, se coló subrepticiamente entre las blancas sábanas de mi cama (blancas, pue) y cuando ya empezaba a querer dormirme, principió a instigarme con sus sabrosos mordiscos y yo, a querer atraparla para colocarla cariñosamente patas arriba entre las uñas de mis pulgares y dejarla como botecito de jugo cuando le pasa encima la llanta de una camioneta. Nada valieron mis esfuerzos ante la habilidad de la diminuta pulga...y, posiblemente, ambos cansados ya, ella de molestarme y yo de querer atraparla, nos fuismos quedando dormidos, ella con una sonrisa de satisfacción y burla, y yo, con un gesto de impotencia y amargura.
¿Serán las pulgas las que provocan el insomnio o será el insomnio el que produce pulgas?
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
06 de febrero de 2020
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