Perdida en el Bosque (3/3)
Mi corazón empezó a palpitar más rápidamente, y un temor invadió todo mi ser. Él lo notó y me preguntó que qué me sucedía. Yo le dije que por favor no dejara que me pasara de nuevo, entré en pánico y no me pude controlar, comencé a llorar de repente, y él me dijo que estuviera tranquila, él me abrazó, y yo lo abracé también fuertemente. ―¡Por favor!, no dejes que me pase de nuevo, ayúdame, protégeme, no dejes que me pase―. Él me abrazó muy fuertemente y me dijo: ―Todo estará bien―. Pero él no sabía lo que decía… Yo sentí como poco a poco mis extremidades cambiaban, el pelo me crecía por todo el cuerpo, mi rostro cambiaba, mis dientes crecían, y mientras aún nos abrazábamos mis uñas convertidas ya en garras le arañaron la espalda fuertemente. El gritó y me empujó hacia atrás rápidamente, cayendo él hacia el otro lado. Él me miraba muy asustado, y yo no podía hacer nada, yo de pronto lo mordí, y el gritó más fuerte. Él estaba tirado en el suelo e intentaba escapar, pero yo no lo dejaba, y lo mordí otra vez, y él gritaba, y yo lo mordí una vez más, yo no quería hacerlo, pero no podía controlarme, mis ojos, aún en esa forma de monstruo estaban cristalinos de llanto, pues mi alma estaba triste por lo que estaba haciendo, me gustaría que los haya visto, no sé si los vio, quisiera que supiera que lo sentía, pero no podía controlarme, y yo lo mordí una y otra y otra vez, su sangre iba dejando manchada toda la habitación, sus huesos llegaron a crujir con entre mis dientes, y no sé por qué, pero él no moría. Eso me daba mucha más tristeza, porque si al final lo iba a matar, ojalá hubiese sido más rápida, más letal, pero no, fueron varios minutos que él gritaba y gritaba sin poder escapar de mí. Él gritaba, lloraba y sangraba mientras yo lo devoraba poco a poco, mordida a mordida. Fueron varios minutos de gritos y gritos en esa cabaña en medio del bosque, hasta que de pronto, todo se silenció, y él dejó de moverse… Y ahora estoy aquí, en su cabaña, junto a su cuerpo…, bueno, lo que queda de él… no quedó casi nada de aquel hombre, mi boca y mis manos están manchadas de sangre, de su sangre, y en mis pies aún tengo los vendajes con los que él muy amablemente me curó. Entre lágrimas, aún recuerdo esa comida que con tanto cariño cocinó para mí, quedándose él sin comer, aún recuerdo su abrazo y la seguridad que me brindaba. ¡Por qué lo hice! ¡Cuánto lo siento, cuánto lo lamento! Me cubro una vez más con su chumpa, en ella puedo sentir aún su olor, y lloro aquí sola en la cabaña, pero mis lágrimas no logran reparar el daño que hice. ¡Lo lamento!, en serio, lo lamento mucho, perdóname, no quería hacerlo…
Pintando con palabras y sueños
Desde el tintero del Corazón
Quetzaltenango, Quetzaltenango, Estado de los Altos
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