Perdida en el Bosque (1/3)
Desperté sola y perdida en el bosque. No recordaba lo que había pasado anoche, habían manchas de sangre ahí donde yo estaba, y estaba desnuda. Tenía miedo y empecé a caminar por el bosque, pero no sabía a dónde ir, estaba completamente perdida y tenía mucho miedo. Caminé durante horas y horas, pero no llegaba a ningún sitio, y mis pies me dolían mucho porque iba descalza, y no estaba acostumbrada a caminar en la tierra y las piedras. Se me hicieron algunas yagas en los pies. Ya habían pasado muchas horas, y el sol ya estaba por irse, yo estaba muy asustada, me senté en el tronco de un árbol y me puse a llorar. Yo lloraba y lloraba, cuando en eso escuché unas pisadas, y de pronto una voz que dijo: ―¿Estás bien? ―yo volteé y lo vi, era un hombre joven, de cabello negro, barba y bigote, con camisa, pantalón y botas, llevaba una mochila y una escopeta en la mano. Quizá debió haberme dado miedo, pero no sé por qué su rostro bondadoso me inspiró confianza, y le dije: ―no, estoy perdida―, sin salir todavía del todo de mi llanto. Y él me dijo: ―tranquila, todo estará bien. De su mochila sacó una manta y me la puso, me dio una chumpa que llevaba, bastante gruesa, muy calientita. Yo le agradecí. Él me preguntó: ―¿puedes caminar? ― yo le dije que creía que sí, pero él me tomó los pies, y me vio las yagas. Entonces de su mochila sacó un frasco y algodón, y me los limpió, ardía un poco. Luego me dio unos calcetines limpios que llevaba en su mochila, y se quitó las botas y me las dio. Iba preparado con todo, sin duda era un ángel que Dios me había enviado. Yo le agradecí, y empezamos a caminar. El tomó mi mano y me iba guiando al frente por el bosque, hasta que llegamos a una cabaña. Él me preguntó si quería que fuéramos al pueblo, que estaba a dos horas, aunque llegaríamos de noche, pues ya era el ocaso, o si quería pasar la noche en su cabaña. Yo la verdad tenía ya algo de frío y de hambre, me daba pena hacerle caminar de regreso otras dos horas por la noche, y la verdad él tenía algo especial que me imantaba hacia él. Pero ahora que ya ha pasado todo, cómo desearía haber ido a la ciudad, como desearía haberle dicho que sí, cómo desearía no haberme quedado en esa cabaña aquella noche.
Continuará...
Pintando con palabras y sueños
Desde el tintero del Corazón
Quetzaltenango, Quetzaltenango, Estado de los Altos
Comentarios
Publicar un comentario