LA CATA (CÁPITULO I)
Era una noche de luna, luna que se veía tan grande como el sol, las estrellas titilaban en el cielo, pero un vacío inundaba mi corazón. La mujer a la que juré mi amor, hoy de mi vida estaba ausente, en mi alma no había más que dolor, una herida que intranquilizaba mi mente. Ella dijo que nunca me quiso, y que a otro pertenecía su corazón, que mentía ella reconocer no quiso, y se fue llevándose mi ilusión. Cansado de sufrir, decidí ir al bar que frecuento, esta vez a ahogar mis penas.
Entré por aquella puerta de madera y cristal. El lugar estaba medio lleno, la gente estaba sentada en sus sillas alrededor de las mesas de madera, las paredes pintadas de blanco con algunos detalles artísticos y forradas de madera hasta un tercio, las luces tenues con tono amarillo hacían un ambiente especial, y al fondo del escenario se encontraba un grupo musical, el cantante con la guitarra, un compañero con el bajo, otro con la percusión, las notas de folk llegaban a mis oídos, y deleitaban mi sensibilidad artística, sí, pero no mi corazón, del que poco quedaba ya.
Caminé al fondo de aquel lugar, y llegué hasta la barra.
—¿Qué le sirvo?
—Un Rioja, Contador 2004, por favor.
—Enseguida señor.
El bartender llevó la botella, me la dio, la examiné y asentí con la cabeza. Él procedió a descorcharla, me dio el corcho, yo lo olí, y asentí una vez más. Seguidamente vertió un poco en la copa. Yo tomé la copa, la observé a trasluz, y a continuación la giré suavemente, lo olí, y aquellos aromas singulares a frutos maduros y cedro elegante, llegaron a cautivar lo profundo de mi alma, pero no, no de mi corazón, que se hallaba roto. Procedí luego a realizar la cata, y aquel sabor elegante y aterciopelado, reflejo de un vino con magnífica estructura y buen equilibrio, con un redondo y portentoso recorrido de persistencia interminable, acarició no solo mi gusto, sino mi espíritu, pero no, no mi corazón, que se hallaba seco de vida y de amor. Después de aquel maravilloso recorrido, autoricé al sumiller (ya que sin duda sabía lo que hacía) a servirme la copa, y éste vertió suavemente aquel mosto hasta casi la mitad. Dejó entonces la botella a la par.
—¿Algo más en que le pueda servir?
—Suficiente, gracias.
Se retiró a atender a otros clientes. Yo continué degustando mi copa de vino, aunque hoy esperaba poder alejarme de mi caché natural, y dejarme arrastrar hacia la vulgar embriaguez que me hiciera, aunque fuera por algunas horas, olvidarla.
He venido a este lugar tantas veces. Incluso estuve aquí con ella en más de una ocasión. Recuerdo aún su sonrisa alboroza, su tez blanca como la pureza de su alma, sus cabellos claros como un mar de rayos de sol, y aquellos ojos dulces color miel. Este lugar se llenaba de luz con su presencia, y su voz delicada llenaba de grácil armonía este sitio. Hoy solo queda oscuridad, soledad y vacío, y este vino no logra calmar mi resquebrajado corazón.
Voy por la segunda copa, y aún pienso en ella. En el escenario los músicos ahora tocan un poco de jazz. La gente que está sentada en las mesas comparte con quienes les acompañan, y yo solo puedo pensar que soy el único miserable al que el hado ha dejado en soledad. ¿De qué me sirve el éxito y el reconocimiento si mi alma está vacía, mi corazón quebrado y mi alegría apagada por el desamor? Este vino no es suficiente para mí, le falta algo de veneno para que logre arrancar de mí este sentimiento, porque está tan enraizado en mí como lo está mi alma a este cuerpo. Aunque peor es el veneno que ella introdujo en mí, ella me dijo que siempre estaría junto a mí, yo no sabía que se refería a esta sensación, a que se quedaría en la forma de este veneno que me corroe por dentro, y que me mata, pero de a poco y muy lento.
Tercera copa de este Rioja, quizá está siendo desperdiciado este vino tan fino en alguien como yo, que está más muerto que vivo, pero qué más da, el dolor no me hará perder el estilo. Pero antes de dar el siguiente sorbo, una fuerza me imanta a voltear, aún con la copa de cristal en mi mano, veo hacia la puerta de madera y de cristal, ingresando al lugar unos ojos femeninos llaman mi atención, viene sonriente, caminando con gracia y porte, yo he quedado totalmente atónito, y mientras la veo, ella camina, y en un momento sus ojos voltean hacia mí, la miro, me mira y…
Continuará...
Continuará...
Pintando con palabras y sueños
Desde el tintero del corazón
Quetzaltenango, Quetzaltenango, Estado de los Altos
2 de marzo de 2018
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