LA CATA (CAPÍTULO IV)
Entramos platicando y buscando una mesa donde sentarnos, pero no sé, de pronto siento como un magnetismo que atrae mi mirada, veo hacia la barra, y ahí estaba él, con la copa de vino en una mano, sus ojos mirándome. Él me sonríe, yo le sonrío, su mirada me sonroja, es muy fuerte, bajo la mirada, y llegamos a la mesa con mi amiga.
Él ha quedado algo lejos a mi izquierda, mi amiga se ha sentado a mi derecha. Empezamos a platicar con mi amiga, pero casi no le pongo atención, él ha quedado rebotando en mi cabeza. Él es un hombre de ojos profundos y negros, cabello negro, barba y bigote espesos, él es delgado, va vestido casual, camisa negra, jeans negros, se ve sofisticado, tengo que aceptar que es guapo. No resisto y volteo una vez más para verlo, pero él ya no me está viendo, está volteado hacia la barra.
—Oh, te gusta el galán de allá de la barra...
—No, no...
—Eh, sí te gusta...
—Jaja, bueno, ok, está guapo, pero este es un día de chicas.
—Como digas, pero si no lo vas a aprovechar me avisas y me lo dejas, jaja.
—Ay amiga, jaja, cómo eres.
—Ves que yo ahorita ando soltera, y no me molestaría que él me apretara en sus brazos y me arrancara algunos besos, pero si lo quieres para vengarte de Raúl yo te lo dejo.
—¡Qué dices!, ¡yo no soy igual que él!, además aquí venimos a despejar nuestra mente, no a hablar de cosas feas.
—Está bien, como tú digas... ¡qué carácter!
En eso un joven se acerca a nuestra mesa, y se sienta en la silla que está justo a mi izquierda.
—Hola chicas, ¿qué tal la están pasando?
—Bien gracias.
—¿Les gusta el Jazz, les gusta la música?
—Pues sí, claro.
—Mi nombre es Andrés, ¿cuál es el vuestro?
—El mío Danniela.
—Yo me llamo Ana.
—Pero qué hermosos nombres, tan hermosos como ustedes.
—Gracias.
—Muchas gracias.
—¿Y que las ha traído por acá?, ¿por qué tan solitas?
—Veníamos por una noche de chicas.
—Ana, no seas así. Mira Andrés, solo venimos a pasar un buen rato.
—¿Quizá podamos salir un día, no crees Danniela? ¿Me das tu número?
—Jaja, no doy mi número a extraños.
—Pero si salimos y nos conocemos podemos dejar de ser extraños.
—¡Ya dijo que no!, nos estás interrumpiendo la noche.
—Te encontraré un día a solas Danniela, y podremos hablar con más libertad, hasta ese día. Con permiso.
La verdad fue una plática muy incómoda.
—Ay Ana, no hubieras sido tan dura con él.
—Es que nos vino a interrumpir, además a ti también te estaba incomodando.
—Bueno, sí, pero no es para que tratemos mal a la gente, quizá solo quería sacar plática.
—Pero si va a sacar plática que diga algo coherente ¿no?, ¿cómo es eso de que si nos gusta la música?, ¡a quién no le gusta la música!
—Jaja, no, pero pobre, de plano no sabía qué decir.
—Es que lo ponías nervioso tú.
—Ahora yo verdad, ¿quién era la que estaba enojada y tratándolo mal?
—Yo no lo estaba tratando mal, además la que lo ponía nervioso eras tú, bien se veía que quería ligar contigo.
—Jaja, pero tú sabes que yo no estoy para eso.
—Vaya, por eso te estaba yo defendiendo.
—Gracias amiga, pero recuerda que tú...
—¡Espera!
—¿Qué, qué sucede?
—No voltees, pero el galán de la barra viene hacia acá.
Mi corazón en aquel momento comenzó a palpitar de nerviosismo.
Continuará...
Pintando con palabras y sueños
Desde el tintero del corazón
Quetzaltenango, Quetzaltenango, Estado de los Altos
23 de marzo de 2018
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