Hay dolores que se meten
muy dentro de nuestra alma.
Hay heridas que nos duelen
sin que podamos curarlas.
Cuando se fue de mi lado
esa ingrata de la Juana,
le tupí macizo al guaro
para poder olvidarla.
Tomaba día tras día,
para ver si la olvidaba,
pero más y más la quería
entra más me emborrachaba.
Y así pasaban los días
sin que pudiera olvidarla,
pues entre más yo bebía
más y más la recordaba.
Ya mi vida no valía
porque nada me importaba
¿Y para qué la quería
si no tenía a la Juana?
Trasnochaba y amanecía
en la calle, en las cantinas,
y así seguía y seguía
sin poder curar mis heridas.
Abandoné a mis amigos
y hasta a mi propia familia,
solo pensaba en el vino,
en las tabernas y la vigilia.
Ya mis hijos nada valían,
tampoco mis padres contaban,
lo único que yo quería
era olvidar a la Juana.
Y en ese empeño seguía
empinándome la botella,
y entre más guaro bebía
más me acordaba de ella.
Un día de tantos me dije:
¿Qué es lo que me está pasando?
¿Qué es lo que tanto me aflige?
Yo mismo me estoy matando.
¿En dónde está mi firmeza,
mi fuerza de voluntad?
¿Por qué pierdo la cabeza
y no la puedo olvidar?
¿Por qué ella sí fue capaz
de alejarse de mi lado,
de irse sin más ni más
dejándome abandona?
¿Para qué la sigo queriendo
si ella a mí no me quería?
¿En dónde están mis sentimientos,
mi dignidad y mi hombría?
Al apunta mis recuerdos
y mi cariño por ella,
ya no más malos momentos
ni desvelos, ni botellas.
A empezar de nuevo otra vida
de alegría y esperanza,
que cicatrice la herida
sin rencores ni venganzas.
Y aquí estoy de nuevo luchando
olvidan do viejas heridas,
poco a poco recuperando
mis ilusiones perdidas.
Ya el pasado nada me importa,
es un recuerdo perdido,
un capítulo de mi historia
que ha quedado en el olvido.
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
Octubre, 1995
21 de febrero de 2019
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