Y esa satisfacción aumenta cuando los vemos durante sus vacaciones paseando por nuestras calles en compañía de sus viejos amigos del barrio o de la primaria, sin absurdos complejos de superioridaqd ni ínfulas de grandeza.
Y aunque ese título universitario les haya dado el merecido y bien ganado tratamiento de doctor, licenciado o ingeniero, tal denominación la dejan a un lado y hasta la olvidan, para seguir siendo Juan o Pedro de siempre, humildes, sencillos y fregones, como en verdad han sido, sin que el título conseguido a fuerza de luchas y desvelos se les haya subido a la cabeza.
Posiblemente muchos de ustedes amigos, que no tuvieron la oportunidad de superarse un poco más allá de su primaria, y que hoy no son mas que unos modestos pero honrados obreros o campesino, en una de esas sus escapadas que a veces se dan del trabajo, hayan compartido con algubno de estos dignos profesionales del derecho, de la medicina o de la construcción, sin darse cuenta siquiera que aquel su amigo de la infancia, tan amable y diapetate, sea un prestigioso profesional, o quizá sabiéndolo, pero seguros y confiados que en ningún momento los discriminarían, porque este amigo tiene un amplio concepto de lo que es la verdadera amistad.
Qué bien paisano, usted sí es un digno hijo del pueblo, porque a pesar de su preparación y de su capacidad económica, no menosprecia a quienes no están a su altura en esos aspectos, pero sí al mismo nivel de su nobleza y de su calidad humana.
Florencio Mendoza Granados
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
17 de octubre de 2019
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