Cuando media una larga enfermedad entre la vida y la muerte, esta viene a ser un descanso para el que muere y un alivio para sus deudos; pero cuando la muerte llega así, intempestivamente, cuando menos se espera que toque nuestra puerta, se apodera de nosotros la inmensa tristeza por ese desenlace fatal e inesperado.
Ain embargo la vida no es más que el viaje que emprendemos al nacer para llegar a una meta prevista que se llama muerte, a la que arribamos en el momento menos pensado. Debemos, entonces, aprovecharla para cumplir su noble propósito, que es el de servirle a nuestros semejantes, para que cuando llegue la hora de rendir cuentas, porque la misión que nos tocaba desempeñar ha concluido y es tiempo de partir al más allá, nos vayamos a la tumba con la satisfacción del deber cumplido dibujada en la última sonrisa de nuestros labios; y así, irnos a dormir el sueño eterno de la muerte.
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