Con el mayor sigilo posible para que la dueña -o candidata- de nuestros desvelos no advirtiera nuestra presencia sino hasta el momento mismo de iniciar la melodía, así nos acercábamos a su ventana para expresarle nuestros sentimientos con la interpretación de una pieza de marimba o de una canción como: Despierta, Espirita, Los Dos y tantas más, cuya letra expresaba nuestras más sentidas ilusiones.
Qué forma más romántica de decirle a la mujer de nuestros sueños lo mucho que la queríamos, qué manera más elegante de atravesar su ventana y llegar hasta su cama y meterse en los escondidos intersticios de su alma para arrancarle un suspiro, una lágrima o una sonrisa que nos decía: Gracias, muchas gracias mi amor, que diera por tenerte cerca para demostrarte mi gratitud y colmarte de besos apasionados; o simplemente para decirte sinvergüenza, descarado, como quisiera tenerte entre mis brazos para estrangularte, todavía tenes cara de traerme serenata como si no supiera que la otra noche también se la llevaste a esa tu compañera.
Pero en cualquiera de las reacciones, agradeciendo nuestra presencia musical a la par de su ventana, o quedándose con las ganas de darnos un par de sonoras cachetadas adornadas con unas cuantas malas palabras, esas viejas serenatas representaban el sentir de un corazón a veces locamente apasionado, o el capricho de un muchacho desengañado.
Por su parte los señores de la casa, los papás de la muchacha, comprensivos o enojados, también suspiraban agradecidos recordando sus buenos y viejos tiempos, o maldecían nuestra imprudente visita, quedándose también con las ganas de corretearnos a trancazos o aventurarnos un balde de agua.
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
4 de julio de 2019
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