Esa es mi tierra, ese espacio poblado de casas, de árboles y de gente, ese territorio que conozco como la palma de mi mano, porque he recorrido con mis amigos, sus calles, sus sitios, sus ríos, sus barrancos y todos los vericuetos de sus alrededores.
Ese es mi pedacito de patria, el testigo mudo de mis travesuras y de mis afanes de patojo inquieto, de muchacho turbulento y de adulto, el que me ha visto llorar a mares y reír a carcajadas, que ha compartido conmigo mis penas y mis amarguras, lo mismo que mi dicha y mis ilusiones.
Ese es mi solar querido, el lugar de mis amores, el extrañable compañero de mi vida; y aunque para otros su nombre sea indiferente o desconocido, y su ámbito pobre y distante; para mí, qu lo adoro con toda la fuerza de mi ser, será siempre el mejor de los mejores.
Así que por muy humilde y triste que parezca, lo llevaré siempre conmigo, en el corazón y en la mente como amuleto de buena suerte; porque en él he sido feliz, porque es la cuna de mis mayores, en cuya entraña tuve el anorme privilegio de nacer, o la inmernsa dicha de vivir.
No importa cuál sea el nombre de esa vecindad, y en qué paraje o punto cardinal esté ubicado, lo realmente significativo y preponderante, es quererlo de verdad, se llame Rancho Viejo, El Pajar o Nojoyá; El Chalum, Las Galeras o El Tablón, La Estancia, El Plan Grande o Cajuil; Ixmal, La Maciendita o Los Cipresales; Los Mangalitos, Los Cimientos o La Laguna, incluyendo San Antonio, la cabecera de todos estos bellos lugares; el nombre de todos y de cada uno, debe ser motivo de orgullo, si pretendemos considerarnos tonecos de corazón.
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
Escrito en abril de 2012
11 de julio de 2019
Muy cierto profe
ResponderEliminarGracias por comentar
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