40. Me Dejaste
Ricaro Arjona
Arjona se encuentra entre mis cantantes preferidos, como es evidente, me gusta su voz grave, sus letras, su música, y desde cierta edad suya y especialmente desde que se dejó la barba también me agrada su estilo que invita a ser emulado. Como es natural, varias canciones de él están en este top.
En el caso de “Me dejaste” es una canción que me gusta especialmente por su letra (hay partes que no me gustan por su falta de estética o epicidad, entiendo que Arjona en su poesía intenta combinar en contraste eventos cotidianos con los sentimientos profundos, yo dejaría solo los sentimientos profundos sin los elementos cotidianos no estéticos o no estilizados), que evoca en mí esa sensación de fin de una relación romántica, especialmente cuando uno no ha querido llegar a ese final.
En un amor verdadero, o más precisamente, en el momento que se ama de verdad, el amor es eterno (solo mientras dura el sentimiento), por lo tanto, no hay final y tampoco hay desafíos que no se puedan superar o enfrentar, incluso si es un amor no correspondido, aunque en este caso el desafío a veces se convierte en imposible y trágico, pero cuando el amor es correspondido, aún menos importan los obstáculos, pues juntos se puede vencer cualquier desafío, y de ahí que el final o el fracaso de un amor mutuamente correspondido que no se da por el rompimiento de tal amor resulta sumamente desconcertante y decepcionante. Esta canción evoca en mí por tanto el recuerdo y sentimiento de ese poner fin al proyecto y sueños comunes queridos por ambas partes y perdidos por un absurdo, por el miedo, por la cobardía.
Saltando partes, como describiera en mi artículo sobre ¿Una canción te tiende a gustar más por la música o por la letra?, cuando escucho la canción escucho esto: “Me dejaste un beso en la gaveta (…) y tu perfume pegado en la pared, me dejaste el mundo de cabeza y un grito en el contestador (un mensaje enviado cobardemente por medio de otra persona) que anunciaba con toda certeza que esta vez se te acabó el amor (más bien la valentía fue lo que se acabó o quizá nunca hubo), me dejaste un “pero…” (“pero qué…?!”) y “un por qué” (muchos por qué, estos son los más exasperantes cuando no tienen una respuesta racional), unos cuántos insultos y un adiós, una duda flotando en mi cabeza y la promesa de no volver jamás. Lo que siento lo guardo en la nevera, por si un día decides regresar (la oferta siempre estuvo ahí, es lo que hacen los amores valientes. El sentimiento sigue en la nevera, pero ya no es el mismo, ya no es profundo, hoy en día es más superficial y solo se mantendría mientras ella estuviera joven…).”
“Me vendiste un sueño al dos por uno (este es el problema de los amores correspondidos) y me dejaste solo realidad, una casa minada de recuerdos (…) Lo que siento será cuestión de tiempo para ver si se queda o se va (y se fue…). ¿Qué hago con este cementerio de sueños y con toda mi mitad (lo único bueno es que algunos proyectos dependían más de mí, pues soy lo máximo, y modificados pueden seguir vivos, cementerio el que quedó en el otro lado), con esta deuda de afectos (esta deuda aún debería ser pagada, yo sigo abierto al pago directo en especie, aunque también hay otras alternativas) y con tanta libertad (a la postre y después de lo vivido con quienes lo he vivido, soy afortunado que todo haya resultado así, la libertad es maravillosa, lo que no le quita la culpabilidad, la deuda ni justifica la cobardía)? ¿Qué hago con este insomnio en las noches y mi falta de apetito? ¿dónde meto los reproches y tu foto si la pongo o la quito?” Con lo que yo escucho, buenísima canción.
Esta canción iría dedicada en cierta manera a un amor cobarde con el que me encontré hace algunos años. Dice Silvio Rodríguez en una canción de trova “La cobardía es asunto de los hombres (simples humanos), no de los amantes, los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar. Una mujer innombrable, (…) como un cuadro del viejo Chagall, corrompiéndose al centro del miedo (...) huye como una gaviota, y yo rápido seco mis botas, blasfemo una nota y apago el reloj, que me tenga cuidado el amor, que le puedo cantar su canción.”
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