La mujer es la mujer
La mujer es el germen de la vida, la más valiosa obra de arte de la creación, su grandeza se transparenta en el encanto de su sonrisa, en la dulzura de su mirada; sin su existencia al comienzo de nuestra vida, nos hallaríamos desvalidos, a la mitad de ella sin placer y al final, sin un consuelo que aliviara nuestra soledad; sin esa invaluable prenda, la verdad que nuestra presencia en este mundo no tendría razón de ser.
Lo anterior y mucho, muchísimo más podríamos decir de ese ser dotado de tantas cualidades, pero hoy solo queremos referirnos a una de sus características especiales, a uno de sus gustos, a su afán permanente de lucir siempre bella.
La mujer es la mujer, físicamente bonita por naturaleza y mucho más atractiva cuando se arregla con esa exquisita habilidad con que lo sabe hacer, pero cuando abusa en el uso de esos aditamentos, cuando exagera su preocupación por verse mucho más encantadora, cuando se le pasa la mano pintándose los cachetes, las uñas, los párpados, el pelo, los labios y llena de prendas toda su anatomía con aretes, anillos, pulseras, collares y quién sabe cuántos adornos más y para completar su atuendo hace malabarismos con su vestimenta, usando prendas hasta extravagantes, entonces como que despreciara la original, la verdadera mujer que conocimos sin tantos agregados, porque nos da la impresión de que con ellos transforma su imagen en un maniquí, en una preciosa muñeca de vitrina.
Se nos antoja por ello, que con toda esa gama de aplicaciones, con esa variada colección de accesorios que utiliza, supuestamente para aumentar su belleza, ya no es la misma porque pierde hasta cierto punto, su originalidad, y altera ostensiblemente su autenticidad, a fuerza de transformar su singular atractivo y sus innatas cualidades femeninas; pero como la mujer es la mujer, con agregados o sin ellos, siendo la más preciada joya con que los hombres podamos contar, nada podremos hacer por cambiarle esa costumbre y le importará un anís que nos guste o no nos guste su caprichosa manera de arreglarse.
Florencio Mendoza Granados
San Antonio Huista Huehuetenango, Guatemala
Del libro: "Lo cierto es que tengo mis dudas..."
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