Y cuando por alguna razón removemos el contenido de esa gaveta o las hojas de ese libro, le echamos un ligero o detenido vistazo a esos recuerdos, dedicándoles un pensamiento y a veces dejando escapar un suspiro ante su presencia.
Y esos recuerdos a veces carcomidos e incompletos por la acción del tiempo, un día de tantos tienen que terminarse porque ya es prácticamente imposible seguir conservándolos sin que cada vez se deterioren más y más, y cuando ese momento llega, nos duele de veras, porque con su desaparición sentimos que desaparece también parte de nuestra vida, que se va algo de nuestro propio ser.
Eso fue lo que hacce poco nos pasó, cuando tuvimos que hacer una obligada depuración en nuestros haberes de cosas viejas, pero queridas, tuvimos que vivir esos momentos dolorosos y emotivos al deshacernos de algunas de esas cosas que son, mejor dicho que fueron parte de nuestra historia personal, y que por largos años guardamos con cariño, poruqe fueron testimonio de algún aspecto de nuestra vida; en nuestro caso, de nuestra época de estudiantes y de nuestros primeros pasos como maestros.
Prenderles fuego nos dolió profundamente porque sabíamos que con ello estábamos convirtiendo en cenizas algo que significó mucho en el aspecto afectivo de nuestra vida, pero ni modo, algún día teníamos que hacerlo, y muy a nuestro pesar lo hicimos.
Florencio Mendoza Granados
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
01 de agosto de 2019
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