LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE
Se dice que las revoluciones las hacen necesarias los tiranos, y lo anterior queda demostrado una vez más con la Revolución del 44, que no fue sino la consecuencia lógica provocada por una larga tiranía de catorce años, en la que la voz de Ubico era la voz de Dios. Pero el pedestal de cualquier tirano se derrumba frente a la fuerza impetuosa e incontenible de todo un pueblo.
La situación imperante en aquellos días del cuarenta y cuatro hacía impostergable un levantamiento popular, general. Ubico, como todos los dictadores, imponía su voluntad, no con la fuerza de la razón, sino con la razón de la fuerza; y el pueblo no podía, no debía seguir soportando ese estado de las cosas, y puesto de pie desafió al tirano, cuya omnipotencia se desinfló ante la realidad de la situación, que era de vencer o morir.
Nada pudieron las armas frente a la voluntad de un pueblo endurecido y dispuesto a recuperar con sangre el honor mancillado de la Patria. La cólera popular se irguió arrogante frente al verdugo y escribió con su propia sangre una hermosa e inolvidable página en los anales de nuestra historia.
Al rememorar esa heroica gesta libertaria que se inició en junio de mil novecientos cuarenta y cuatro y culminó felizmente el veinte de octubre de ese mismo año, nos descubrimos respetuosos ante el recuerdo de quienes con la fuerza que impone la dignidad, hicieron caer estrepitosamente al tirano de los catorce años.
San Antonio Husita, Huehuetenango, Guatemala
Del compendio "El profe y la seño. Un libro para maestros(as)"
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