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El Zorro y el Sabueso. Un Cuento de Navidad. Capítulo XI. Noche Buena, Víspera de Navidad.

EL ZORRO Y EL SABUESO
UN CUENTO DE NAVIDAD



CAPÍTULO XI. NOCHE BUENA, VÍSPERA DE NAVIDAD



El zorro se quedó muy triste por el abandono del sabueso, él no podía entender cómo diciéndose su “amigo”, lo abandonaba en un momento tan difícil para él, él recordaba todo lo que había hecho por el sabueso, y le dolía que ahora el sabueso no pudiera hacer nada por él, además le sorprendía, pues jamás lo esperó de él. El zorro entonces tomó fuerzas y coraje, mordió un cojín, y se quitó la trampa para osos. Su pierna empezó a sangrar y sangrar, y él se la envolvió y apretó con unas vendas. Pero su pierna se veía muy mal, demasiado mal, temía que la fuera a perder, y no sabía qué hacer. Al zorro le dolía mucho su pata, casi tanto como la actitud de su amigo sabueso. El zorro lloraba y lloraba, y en soledad, deprimido y herido, esperaba la navidad, que ya estaba cerca.

El sabueso que estaba muy ocupado y que no tenía tiempo para el Zorro, se fue a reunir con sus amigos canes un día para celebrar, otro día salió con gato negro y otros gatos, y una noche salió con sus amigos caballos. El día de noche buena, el Sabueso organizó una gran fiesta, a la que invitó a todos sus familiares, amigos y conocidos. En su mesa principal se encontraban el Dóberman, el Rottweiler, el Pitbull, el Gato Negro, sus papás, y unos amigos caballos, en la fiesta había deliciosos manjares y cocteles, música y confeti. Bajo el árbol había regalos y regalos, grandes y pequeños, que todos se intercambiarían a la media noche como muestra de amor y alegría. El Sabueso sonreía junto a todos sus amigos en esa grandiosa fiesta, a la que el Zorro no había sido invitado.

El Zorro mientras tanto estaba solo en su casa, sobre el piso de madera, frío y duro piso sobre el que dormía, pues ya no tenía cama ni sillones en los que dormir desde que la casa había sido embargada. Su pata estaba aún muy mal, apenas el día anterior se había caído, y aún sangraba a través de las vendas; no había podido salir de su casa, ni había podido llamar a ningún amigo que le ayudase. También le habían cortado la luz, eso hacía más fría su navidad, él sentía que se congelaba en su casa, y apenas tenía una delgada sábana para taparse un poco, ni siquiera tenía madera qué poner en la hoguera, y en esa noche triste él temblaba y temblaba del frío. Ese día no había comido nada, guardando su mejor y única comida para la cena de navidad, que él no quería que fuera tan triste, además pensó que quizá por Navidad el sabueso lo iría a visitar, y no quería recibirle sin nada para comer, pero las horas pasaban y pasaban, las doce se acercaban, y no parecía que el sabueso lo fuera a visitar. Finalmente fue por su comida, que eran tan solo dos nueces que a nadie llenaban ni para un tiempo, las abrió, cantó un villancico que antaño habían cantado junto al sabueso, sus papás y otros amigos una navidad, rezó y agradeció en su corazón por lo que Dios le daba, pidió por el bien de toda su familia, sus amigos y el sabueso, se dio a sí mismo un gran abrazo, y luego devoró sus dos nueces como si fueran el mejor manjar. Intentó llamar al sabueso para desearle Feliz Navidad, pero éste no le respondió.

Acercábanse las doce, y en la fiesta del sabueso todos cantaban, platicaban y celebraban. Abriéndose paso entre la multitud el gato negro llegó hasta el sabueso, que muy elegante y alegre platicaba con gente de sociedad. El gato negro le preguntó, “oye, y dónde está el zorro, no lo veo”, entonces el sabueso le dijo “shhhh”, lo tomó del hombro y lo alejó de la multitud. “No vuelvas a mencionar el nombre del zorro, qué van a decir los demás que yo tenga un amigo de bosque, eso arruinaría mi imagen.”, “oye, pero eso qué importa, no ustedes se aprecian han sido tan cercanos pues, no puedo creer que no lo hayas invitado”, “no, es que ahí están mis papás, también la gente de mi trabajo y de mi iglesia, y a ellos no les gusta que me junte con el zorro, también a mis amigos canes, ellos no se llevan con él, así que por eso lo hago, además el zorro y yo nunca fuimos amigos de verdad ni nos apreciamos, y de hecho, él es el culpable, porque solo estaba interesado en mi dinero”, “en serio, oye no te lo puedo creer, jamás pensé eso de zorro.”, “pues sí, te digo, uno no puede tener a personas así en su vida, no se puede confiar en un animal de bosque”. En eso dieron las doce, y todos empezaron a abrazarse, a decirse “¡Feliz Navidad!”, a darse buenos deseos y a intercambiar costosos y maravillosos regalos.

Sonaban las doce también en el bosque, y el zorro la pasaba en soledad, acurrucado en el suelo, tapado con una sábana, con la patita herida, llorando y llorando desconsoladamente.

Pintando con palabras y sueños
Desde el tintero del corazón
Quetzaltenango, Quetzaltenango, Estado de los Altos
Escrito de diciembre de 2018 a enero de 2019



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Nota 1: Imagen: David Bilson, Disney. Uso basado en el Free Use al ser uso no comercial de un fragmento de la obra para la creación de una nueva obra con concepto diferente, no habiéndose copiado la sustancia de la obra y no afectando el presente uso la explotación comercial normal de la obra. Tomada de: https://www.pinterest.es/sarahk4171/david-bilson/ .

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