Total que se dejó de oír su canto y el día no apareció, volviendo a reinar el silencio, ni siquiera interrumpido por el soñoliento gorgoritazo de algún policía de ronda, que a lo mejor, cabeceaba su sueño en el escondite que le proporcionaba el zaguán de alguna casa comercial o de algún edificio público.
Cuando el viejo reloj de la antañona torre de la Gobernación Departamental dejó escuchar el melancólico "glaun" del primer cuarto de hora de las cuatro o cinco de la mañana y el motor y las bocinas de unos cuantos vehículos le hicieron segunda, entonces sí, empezaron a aparecer, somnolientos y bostezando, los primeros albores del día, de ese día domingo veinticinco de enero, y con ellos, todo ese mundo de sonidos motivados por la cotidiana actividad de la gente.
Y a estas alturas el pobre gallo, afónico y desvelado, estaría echándose otro su sueñito o quizá se preparaba para bajar del palo donde dormía o intentaba dormir, si es que no estaba amarrado a algún rincón de cualquier casa, ajeno totalmente al destino que posiblemente le esperaba: Convertirse en un delicioso kaquik para el almuerzo de quién sabe qué familia.
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
23/01/2020
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