Se le llama invierno a esa época de lluvias que se nos viene encima con todo el ímpetu y su cúmulo de consecuencias. Por una parte sus bondades al darle al campo ese toque maravilloso que hace brotar de la madre tierra el vástago creador que se multiplica como dádiva divina del creador para sus hijos, ese hábito de esperanza que llena el corazón del hombre de alegría y gratitud, ese fluido mágico que inunda de colores y fragancia el ambiente campirano.
El invierno produce el mágico cambio de los campos al pintarlo con sus variadas tonalidades de flores multicolores que le dan a la madre naturaleza una presencia incomparablemente bella.
Pero a la par de este regalo invaluable que la madre naturaleza nos brinda, está el lado opuesto, el reverso de la medalla cuando por la misma impetuosidad con que a veces el invierno se hace presente, ha dado muestras de su capacidad de destrucción al provocar inundaciones, deslaves, derrumbes, con sus graves consecuencias.
Pero así es el invierno, a la par de los beneficios que otorga su presencia ansiosamente esperada, nos trae alegrías sinsabores, destrucción y muerte.
El invierno produce el mágico cambio de los campos al pintarlo con sus variadas tonalidades de flores multicolores que le dan a la madre naturaleza una presencia incomparablemente bella.
Pero a la par de este regalo invaluable que la madre naturaleza nos brinda, está el lado opuesto, el reverso de la medalla cuando por la misma impetuosidad con que a veces el invierno se hace presente, ha dado muestras de su capacidad de destrucción al provocar inundaciones, deslaves, derrumbes, con sus graves consecuencias.
Pero así es el invierno, a la par de los beneficios que otorga su presencia ansiosamente esperada, nos trae alegrías sinsabores, destrucción y muerte.
San Antonio Huista, Huehuetenango
Del libro "Lo cierto es que tengo mis dudas...", página 53 (2008)
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