-Que alegre es salir juntos a pasear: papá, mamá, los hijos y hasta los chuchos si se puede; llevar el almuerzo o comprarlo en el lugar visitado, y acondicionarse a la sombra de un árbol frondoso, a la orilla refrescante del río, en fin, en un espacio cualquiera, que para la ocasión puede ser el ideal.
-Todos se relajan y se olvidan de su quehacer cotidiano: Papá del azadón o el machete, del martillo o el serrucho, del nivel o la cuchara, del timón, de la máquina o la computadora; mamá de los oficios de la cocina, de la plancha, de la escuela o la oficina; los niños de las tareas y de los regaños ¿y los chuchos? de los malos tratos y los escobazos.
-Total, un completo cambio de actividad y de ambiente, un desentenderse de la faena diaria y del medio en que se realiza, que aún siendo gratos los dos, no dejan de estresar y de provocar cansancio y aburrimiento por su monotonía y hasta por la posición en que se ejecuta.
-Y algo mas, si los hijos no pueden ir porque ya cada uno jala por su lado, salgan solo los dos viejos -viejos los caminos-, que igual que ellos, que los hijos, o quizá más, ustedes lo necesitan, no solo para recordar y refrescar tiempos idos, sino para demostrar que se las pueden solos, y los mas importante, que todavía se quieren igual, o más que cuando empezaron.
-Para terminar vamos a contarles una anécdota: en una ocasión un amigo le dijo a su esposa: Mija, ahora vamos a cenar afuera; ella muy contenta y sorprendida por tan inesperado ofrecimiento, pensó, qué alegre, al fin un detalle tan especial de parte de mi esposo. Cuando llegó de su trabajo vio los muebles del comedor en el patio, por lo que intrigada le preguntó a él que qué hacían esos muebles ahí, y el esposo muy comparte le contestó: ¿Y no te dije que ahora íbamos a cenar afuera?
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
Escrito en julio de 2013
Publicado el 20 de junio de 2019
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