Mi copa que está llena de vacío
puede un poco saber de mi tristeza,
porque cuando el cristal mis labios besa
también queda manchado del castigo.
De mil sorbos bebí su inerte frío
y mi cuerpo apuró su ansiada presa,
mas el soplo fugaz de su belleza
me pintó las arrugas del estío.
Así agoté en derroche aquellos días
y siempre me confié que habiendo vino
podría disipar las penas mías.
Y acabó el carnaval, perdí el camino,
y ahora apresurado en obras pías
quiero darle otra ruta a mi destino.
Escrito en febrero de 2008
Publicado el 24 de junio de 2019
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