El poder de la pintura
Como parte de la variada e inmensa cantidad de inventos, descubrimientos del ser humano, está la pintura, ese elemento tan necesario e importante y cuyo propósito es lograr el cambio de presentación de un objeto, aunque ese cambio solo sea aparente y superficial, también puede proteger.
Pinte usted su casa por ejemplo, qué bonita se mira, cómo cambió su aspecto, dejó de ser ese esperpento sucio y desagradable para convertirse en algo atractivo y acogedor; pinte su carro y quedará como nuevo, aunque por dentro tenga cucarachas y ratones. En fin, pinte lo que pinte, siempre que lo haga con buen gusto, le cambiará gratamente su presencia, porque ese es el oficio de la pintura, darle al objeto pintado nueva vida. Con ese toque mágico que le da la pintura, la casa, el carro, el mueble, se convierte en algo digno de su dueño, es motivo de orgullo y satisfacción porque es como que les hubieran puesto un traje nuevo.
¿Y será que esos mismos sentimientos nos embargan cuando la esposa se pinta el pelo de color morado, por ejemplo, los cachetes exageradamente achiotados, las cejas azules, los párpados amarillos y las uñas negras, como que en la punta superior de cada dedo tuviera una cáscara de frijol de enredo? ¿Será que nos gusta más así, con ese aspecto estrafalario y ridículo, o pintada moderadamente de manera que la pintura realce más su natural belleza y nos cautive más con su agradable imagen?
De plano que nos gusta más así y no convertida en un maniquí de vitrina, y debemos decírselo, no que parece un objeto de exhibición, sino que cómo se ve de guapa pintada así, decentemente y con un gusto exquisito y no como otras que parecen guacamayas o graciosas payasitas preparadas para una función de circo y no para lucir sus atractivos naturales como son: su pelo, sus ojos, sus labios y algunas otras cositas preciosas que poseen.
Así que si usted se anima, dígales a su esposa, a su novia y a su hija, que no abusen del poder de la pintura, ya que ésta, si no se la sabe aplicar, en vez de resaltar y hacer más atractiva su figura, puede darle un efecto contrario, o sea hacerla parecer como algo motivo de risa, burla o distracción.
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
Del libro: "Lo cierto es que tengo mis dudas...", páginas 29-30
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