No creemos que haya un solo hombre que en un momento dado, que en determinada circunstancia haya manifestado a alguna mujer su admiración haciendo uso de cualquiera de estas formas agradables y a veces románticas que lo único que persiguen es pregonar su hermosura.
Lo han hecho poetas, trovadores, compositores, escritores, y hasta el más modesto de los hombres lo ha hecho, porque nadie se puede resistir a sus naturales atractivos.
Recuerdan ustedes por ejemplo las canciones aquellas como: Ella, Gema, Tú solo tú, Viajera, Usted, Tú y las nubes, Un viejo amor, Condición, Despierta, Linda Güerita, y tantas pero tantas más, todas alabando a la mujer, destacando sus encantos y su candor, en fin su condición inconmensurable de mujer divina.
Y qué decir de los poemas como: Nocturno, El último beso, el brindis del bardo, A Rosario, Lágrimas, Salmo de Amor, Ramera, etc., etc.
Además podemos decir que todas esas canciones, poemas, piropos y breves expresiones, todas están llenas de amor y admiración, todas elogian a la dueña y señora de los más nobles sentimientos, y de las más profundas pasiones, a la mujer como obra maestra de la creación, como joya inapreciable de incalculable valor.
Y por supuesto que esa reina sin corona pero con los atributos suficientes para ejercer sus dominios en todos los corazones varoniles merece el permanente homenaje de los hombres, y mucho más.
San Antonio Huista, Huehuetenango, Guatemala
Del libro: "Lo cierto es que tengo mis dudas...", páginas 32 y 33
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