Persona que
predican en un púlpito, en una tribuna, en una calle o en una esquina
cualquiera, que asisten a una iglesia, a un servicio religioso, que se hincan y
caminan de rodillas, que ayunan o hacen cualquier penitencia, que encender candelas
o quemar incienso, llorar, gritar y contorsionarse, orar a solas o rezar en
gupo, que todas estas acciones y actitudes son formas de demostrarle a Dios que
se le ama, de pedirle protección y ayuda para curar los diferentes males que
nos aquejan y que aquejan al ser humano.
Cada persona,
cada grupo religioso, incluso hasta los que no profesan ninguna religión,
tienen necesidad de clamar a Dios y por esa misma necesidad de la presencia del
ser supremo en nuestra vida, cada grupo o de manera individual, tiene su forma
de manifestarle amor y pedirle protección.
Pero aparte de
todo lo anterior o quizá unido a eso, otra de las formas de amarlo y quizá la
mejor, es amando al prójimo y para eso creemos que hay tantas forma de hacerlo
que solo hace falta la intención y la buena voluntad.
Cumplir
nuestras obligaciones como miembros de una comunidad y una familia, como vecinos
y ciudadanos, como padres, como hijos, como hermanos, es amar a Dios; consolar
a los que sufren, visitar a los enfermos, ayudar a quienes lo necesitan,
perdonar a los que nos ofenden, no traficar con las necesidades del pueblo ni
explotarlo esquilmándolo sin ninguna consideración; ser honrados, trabajadores,
responsables, caritativos, cariñosos, acomedidos y serviciales, estas son
formas de amar a Dios. San Juan dijo que si no amamos al prójimo, a quien
vemos, ¿cómo podremos amar a Dios si no lo vemos?
Pero como de lo
que estamos platicando es un tema delicado y profundo, lo primero, porque
podemos sin querer herir susceptibilidades o sentimientos profundamente
arraigados, y lo segundo, porque se necesita tener un amplio conocimiento de él
para abordarlo; en esta ocasión simplemente expresamos nuestra forma de pensar
con respeto a cómo creemos amar a Dios, manifestándolo de una manera sencilla y
superficial, sin ninguna mala intención.
San Antonio
Huista, 2008
Del libro: “Lo
cierto es que tengo mis dudas…”, páginas 111-112
Gracias por la
amabilidad de leernos un ratito,
Por dedicarnos
aunque sea un momentito,
Esperamos
volver a compartir con ustedes un poquito,
Bendiciones les
desea El Comandante de las Letras
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